Después de 6 años y medio de espera, de objetivos frustrados e innumerables amarguras para los hinchas, Peñarol volvió a reencontrarse con la gloria, y pudo por fin festejar un nuevo título del Campeonato Uruguayo.
Nuevamente nos encontramos con un clásico muy mal jugado, donde el nerviosismo, la ansiedad y el cansancio por el desgaste de toda una temporada, le ganaron a la técnica, la habilidad y el buen juego.
Los dos equipos salieron a especular con lo que podía hacer el otro, y con el paso de los minutos Nacional, obligado a convertir porque el resultado así se lo exigía, sólo lograba acercarse al arco de Sosa con impulsos individuales, pero sin demasiada puntería, mientras Peñarol intentaba salir de contra, sin contar con la precisión en los pases que supo tener en partidos anteriores.
Nuevamente nos encontramos con un clásico muy mal jugado, donde el nerviosismo, la ansiedad y el cansancio por el desgaste de toda una temporada, le ganaron a la técnica, la habilidad y el buen juego.
Los dos equipos salieron a especular con lo que podía hacer el otro, y con el paso de los minutos Nacional, obligado a convertir porque el resultado así se lo exigía, sólo lograba acercarse al arco de Sosa con impulsos individuales, pero sin demasiada puntería, mientras Peñarol intentaba salir de contra, sin contar con la precisión en los pases que supo tener en partidos anteriores.
Ante este panorama los goles sólo podían llegar por fallas defensivas, y así se dio. En la primera mitad tras un corner y un error de comunicación entre Sosa y Arévalo Ríos, quien peinó una pelota que pasó por arriba del arquero, apareció Lembo para anotar de cabeza e igualar la serie. Mientras que promediando la segunda mitad, luego de una mala salida del fondo del equipo tricolor, Orteman recuperó el balón para habilitar a Aguirregaray, quien definió muy bien para marcar el gol del campeonato para Peñarol.
Después no hubo mucho mas para destacar, salvo dos muy buenas aproximaciones de Nacional, sobre todo faltando 3 minutos cuando estrelló 2 pelotas en el travesaño paralizando los corazones aurinegros, y un mano a mano de Martinuccio con el arquero que pudo haber liquidado el partido.
En fin, si hablamos de merecimientos se puede decir que Peñarol es un justo campeón, como lo hubiese sido Nacional, producto de las muy buenas campañas realizadas en los torneos cortos, y lo parejas que fueron las finales. Pero campeón sale uno solo, y en este caso le tocó al carbonero, que con un gran entrenador, sumado a un plantel con muy buenos valores, logró revertir una situación adversa y consiguió una nueva copa para sus vitrinas. ¡Salud Campeón!
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